CARINYENAS Y GARNACHAS, llegamos a la barrica.

Si el año es bueno para las dos variedades, soy partidaria de la fermentación, maceración y crianza por separado, dejando que cada variedad exprese su potencial, en todo caso, si que es cierto que a veces hemos decidido usar una pequeña partida de tal o cual lado de la finca para macerar junto a una partida mayor de cariyena o garnacha, depende, todo depende. Hay muchas variables y factores, el color de la uva, el color del mosto, la sensación del mosto en boca, las distintas graduaciones en el refractómetro, la necesidad de potenciar una fermentación espontánea sin añadir levaduras.

Acabada la crianza, si hemos desarrollado por separado las variedades, vemos como la sensación alcohólica de las garnachas al principo de la crianza y la sensación verde de las carinyenas, se matizan. La crianza da vigor y madurez a la carinyena, y armonía y cordura a la garnacha.

Los vinos de carinyena en general son más oscuros, más brillantes, más profundos. Los de garnacha son más rojos, más ambarinos, más alegres.

En nariz son muy distintas, la garnacha es frutal, amielada, aterciopelada incluso, alegre, vivaz, achocolatada, con notas florales limpias, sin verdores. Presenta, por ejemplo el Ingrid, mucho tabaco de pipa en boca.
La cariñena siempre es más complicada, con unas flores umbrías, que pueden ir desde las violetas machaconas, que algunos no reconocen, incluso confunden con otros aromas, puesto que esa violeta profunda y mordaz de las carinyenas, solo se da en algunos merlots muy frescos de la península, y quizás en algún tempranillo, pero observamos que en estas variedades queda la violeta atrapada entre los frutos rojos y las tonalidades diversas, arándanos, tabaco y especias,mientras que en la carinyena se ceba, anula casi otros aromas, cuando es demasiado persistente.
La violeta cuando madura en botella, da paso a ciruelas negras, a frutos del bosque, a umbría y quizás, a manzana muy madura. Es uno de los únicos tintos que presenta, en sus grandes cariñenas, prioratinas esas extrañas notas a manzana muy madura.

La garnacha es rojo, roja en color, roja en boca, es cálida. Densa, afrutada, suele ser menos persintente en retronasal, y con un final más corto, pq no suele tener tanta acidez como la carinyena, al acabar la crianza.

La cariñena es menos amable, no reza letanías, se da sin tibiezas, gusta o disgusta. Es un vino que cuando alcanza la elegancia, es una gitana engreida y nerviosa, voluptuosa, desmedida. Elegante como un gato negro, inmenso, panza arriba.

La garnacha es como una zarina rusa, llena de pieles y dominada por las pasiones. Bella, voluptuosa y de grata compañía, quizás no gasta la profundidad de las cariñenas, ni da tanto juego para pensar, es un vino para amantes, no para filósofos.

Y del selección Andreu- cariñena en un 95 por ciento- pasamos al selección Ingrid, que gasta garnacha vieja de la finca en una proporción de ese 95 por ciento, sensual, cálida y vigorosa.
Diecinueve meses de barrica, mucha barrica y aún no está domada.

Un vino para beber en la cama, a falta de champagne, entre rasos y terciopelos, sin necesidad de llorar, debatir, hablar o pensar, yo creo que es un vino de pasiones sin desmedidas, deseos, y suspiros...en fin, el tiempo dirá.

Yo mientras tanto, para comparar, voy bebiendo...