LA TENA

Hoy os voy a hablar de nuestro viñedo

La TENA es un vinyedo especial. No lo digo yo, lo dice todo el mundo que alguna vez se ha paseado por sus laderas.
Amo La Tena, todo lo más que uno puedo amar un pedazo de tierra. Pero aún estoy convencida, que mi marido la ama más que yo. De hecho hacemos vino por amor a esta finca. No me veo haciendo vino de ningún otro lugar, ni me interesa.

Es un viñedo antiquísimo, el nombre de La Tena procede de sus anteriores amos, la familia Tena. Un viñedo que ha sido plantado y podado a lo largo de cien años, sin duda, hay muchas de sus cepas que tiene setenta, ochenta y cien añadas a las espaldas. Cuando ves una de sus enormes y deformadas vides, enroscadas en las laderas, asomando a rastras por las pedriscas y las pizarras, puedes entender que el tiempo se detiene. Formadas por la poda de cinco, diez, quince viticultores durante el último siglo, la mayoría de ellos reposan sus restos en el cementerio de Porrera, y sin duda, el legado de su trabajo es esa vid que se enrosca centenaria entre las cumbres. Por eso, si los fantasmas de los viticultores que amaron y sudaron en estas cimas puede ayudarnos, estoy convencida de que lo harán, porque saben que amamos este viñedo, lo saben porque Paco no escatima un minuto de trabajo para mantenerlo como un diamante en bruto sin tallar. Porque saben que yo empleo mis artes de brujería ancestral para hacer de este viñedo un ejemplo de inmortalidad. Porque entienden que para nosotros es un lugar sagrado, totémico, que defenderemos a ultranza.