REIKI, O COMO ES DE NATURAL QUE LA ENERGIA SE TRANSMITA A TRAVÉS DEL CUERPO - DIARIO DE UNA BRUJA

Cuando leí algo sobre el Reiki, como terapia alternatipa japonesa, basada en la imposición de manos, y transmisión de energía entre cuerpos para la curación, yo hacía años que hacia Reiki a mi manera. Siempre es bonito ponerle un NOMBRE a las cosas.

De hecho cuando era bien niña ya me percaté que no era una niña normal: soñaba día si, día también con levitaciones, resurrecciones, muertos familiares y conocidos que me hablaban en sueños amigablemente y me contaban secretos que ni yo misma entendía - entonces, era muy niña.-, movía objetos en la mesa, podía comunicarme con los muertos tan bien con los vivos, hablaba con Dios y me metía de lleno en una energía blanca clarísima, que me envolvía y era tan real como la misma percepción de las cosas tangibles. Por otra parte era una niña afable, coqueta y tontorrona, que parecía no tener muchas luces, muy bonachona. Cuando me preguntaban que quería ser de mayor, muchas veces contestaba que Premio Nóbel de la Paz o Santa. Ello ya dice que vivía en un mundo de algodones y belleza espiritual.
Tenía mipropio altar en la habitación, donde rezaba a todas horas, y luego empecé a tener experiencias un poco más terribles, que me demostraron que si, que tenía una fe o una templanza nada inusual.
Recuerdo estar sola en una gran habitación familiar, y mover un vaso sin apenas tocarlo por toda la mesa, hasta que se rompió y saltó hecho pedazos. Cuando empecé a hacerlo con otras compañeras, más de una salió chillando varias veces.

Pero lo más sorprendente fué cuando apareció en la tele un señor que atravesaba su cuerpo con objetos punzantes y se puso de moda. En clase de pretecnología hacíamos labores, no en vano iba a un reputado colegio de monjitas, de aquellos que llaman concertados. No se porque pero se me ocurrió que yo podía hacer cosas parecidas, y me lancé sobre la idea. Así que imponía mi mano sobre la zona que quería pinchar, preferiblemente los brazos, y sin tocar la piel, simplemente creando una especie de bolsa vacio de energía entre mi mano y el brazo, llegaba a notar como una extraña energía casi magnética, casi calorífica, y una especie de mixta entre las dos, y algo que soy incapaz de transferir con palabras, se creaba entre el cuerpo y mi mente. Bien, pues ahí anclaba la enorme aguja de coser con lana y atravesava un buen pliegue de carne. Nada, ni una gota de sangre, ni un rasguño.
Cuando mis compañeras vieron aquello, algunas chillaban, otras me llamaban bruja, pero algunas, como es normal en crios de corta edad, quisieron hacer de conejillos de indias.
Y si señores, ahí estaba yo, clavando enormes agujas en los brazos de mis compañeras. Y ni una sola gota de sangre, ni un solo grito de dolor.
La verdad es que me gané el reconocimiento de pocas, y el horror de bastantes. Así que alguna se chivó a "la hermana superiora", ésta llamó a mi madre. Mi madre ni se inmutó, normal, pero si que me ordenó que cesaran esos experimentos para siempre.
Y cesaron...
al menos mientras fuí una niña.
- Continuará-