EL MISTERIO DE LOS NIÑOS LLORONES Y COMO EVITAR LA MALA SUERTE

Me gusta mucho leer sobre misterios, y uno que me ha intrigado bastante es el de los niños llorones.
A menudo pienso que en todas las casas, en todos los mundo paralelos, en todos los planos perceptivos, existe la esencia del bien y la esencia del mal.
El mal y el bien son lo mismo, nosotros los humanos captamos las cosas como átomos, o incluso esas partículas más pequeñinas aún que los átomos, pero siempre de una manera "rota", inexacta, inacabada, es difícil explicarlo.
Entiendo que el mundo, que la existencia, no debería nunca plantearse como algo finito, pero no podemos plantearlo de otra manera, porque lo que percibimos, TODO, es finito, todo se acaba, todo ocupa un espacio determinado en el tiempo.
Me explico:
El bien y el mal son infinitos, pero son lo mismo, simplemente los vemos distintos porque sesgamos cada una de sus millonésimas manifestaciones.

Bueno, no quería hablar del bien y del mal, quería hablar de los cuadros de los niños llorones, pintados a mitad del siglo pasado y que por una serie de circunstancias, han estado rodeados de un halo de misterio. De mala suerte.

Lo que me llama más la atención de este caso, es el hecho de que en casi todas las casas podríamos encontrar objetos que traen buena suerte y objetos que traen mala suerte.
Hay que saber identificarlos, y es difícil. Por eso es divertido apuntar en esos periodos en que todo se tuerce, o al revés, esos días en que todo va bien, si hemos hecho alguna modificación reciente en nuestras vidas. Si hemos cambiado los muebles, si hemos pintado, si simplemente hemos introducido un nuevo objeto en casa, un detalle tonto, si algo que hemos llevado durante años lo hemos tirado, si hemos movido de sitio algún objeto, mueble, enser, que llevaba guardado mucho tiempo en un lugar.
Por eso siempre que se atraviesan periodos de mala suerte, como ya he recomendado varias veces en este blog, es bueno hacer una limpieza profunda del hogar, abrir ventanas, tirar ropas antiguas, objetos inservibles, cambiar las cosas de sitio para limpiarlas bien y darles un aire nuevo, en fin, remodelar nuestras vidas y nuestros espacios.