No hace falta haber nacido en las manos de un botánico, ni haber sido creadas en un vivero, para lucir así de hermosas en un estupendo ramo silvestre.
Bien, con el VINO, ocurre absolutamente igual, vuelve lo natural, y la belleza en el vino está en el respeto por aquello que queremos.
Ir por el campo y ver la belleza de esas maravillosas flores que Dios nos regala sin necesidad de que el hombre intervenga.
Beber vino sin necesidad de que el hombre INTERVENGA en él, o al menos solo lo mínimo, una mínima expresión el hacer humano...
de la misma manera que intervenimos sobre las flores de este ramo al cogerlas , aguparlas, escogerlas, y al ponerlas en un jarrón...admirando sus colores.
Vuelve lo natural, porque lo natural bien entendido es sinónimo de vida, no solo para nosotros, si no también para todos los que dentro de mil años nos recordarán, para la memoria colectiva.
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