Ando leyendo este libro de Javier Moro.
No es un libro rápido, ni un libro que te sumerja en él hasta que lo acabas de un tirón, pero es un libro profundo, de calidad, quizás uno de los pocos realmente "de calidad" que he leido ultimamente y que no solo pretende ser un libro ameno, pretende ponernos delante de una visión de las cosas, y nos obliga a pensar.También nos hace soñar. Un buen descriptor, estoy aburrida de libros de diálogos, a veces tan aburridos e incongruentes, que te despistan.
Me gusta este pequeño párrafo:
"Alteza - se atreve a preguntarle al nabab, que la ha sentado a su derecha, lejos del lugar que ocupa el rajá-.¿Por qué os servís jamón asado y champán, siendo ambos alimentos prohibidos por vuestra religión?¿No sois acaso musulmán chií?.
Sus maneras, el acento con que intenta expresarse en urdu y la pregunta, ingenua pero atrevida, hacen estallar de risa al nabab, quien sorprendido, le responde en voz baja, con complicidad:
-Sí, Anita, pero ejerzo mis poderes: bautizo los alimento y les cambio el nombre. Al cerdo le he puesto el nombre de faisán y al champán el de limonada, de manera que no puedo pecar al consumirlos". pags.222-223
Siempre he pensado que el concepto de pecado es algo que solo asumen los pobres, o dicho de otra manera: es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Dudo que ningún rico, sea de la religión que sea, NO PEQUE...bueno, no peque según sus preceptos, en cuanto éstos limiten la calidad de vida. "Todo lo bueno engorda o es pecado", y realmente, ningún rico se hace rico para rechazar lo bueno de su vida, sea de la religión que sea, solo los pobres pueden permitirse el lujo de ser buenos, según sus propias creencias, porque realmente, no tienen otro camino que el de la bonda y la moralidad.
Me decía alguien una vez con la carcajada en la boca, una broma, que el no podía ir con "put..."porque era pobre, que no podía fumar habanos porque era pobre, que no podía pecar de gula, porque era pobre, que no podía tener amantes, porque las amantes quieren hombres pudientes, que no podía tener enemigos, porque los pobres no suelen levantar envidias, y quién demonios se va a enemistar con un pobre...en fin, veía a decir, que un pobre no tiene otro remedio que el de la castidad y de la honestidad.
Esto me hace gracia: tanta gente del pueblo llano matándose por ideas religiosas, tantas atrocidades cometidas en nombre de doctrinas, dioses, y panderetas, tanto puritanismo adyecto en unas y otras religiones y creencia,s pero en el fondo, todos los que alcanzan metas de poder, viven de idéntica manera: aquí, allá, y más allá...
¿Para qué demonios van a esperar ir al cielo para vivir como dioses, si con el dinero en sus bolsillos, aquí pueden tener todo lo que su cuerpo les pide?.
Bueno, y lo otro, es ir de inocente. Si se acabara la ignorancia, la pobreza y la ignomia, las religiones se purificarían, y los dogmas cretinos se enterrarían.
El puritanismo se sustenta en masas de pobreza, ignorancia, miedo, miseria y resquemor.
No es un libro rápido, ni un libro que te sumerja en él hasta que lo acabas de un tirón, pero es un libro profundo, de calidad, quizás uno de los pocos realmente "de calidad" que he leido ultimamente y que no solo pretende ser un libro ameno, pretende ponernos delante de una visión de las cosas, y nos obliga a pensar.También nos hace soñar. Un buen descriptor, estoy aburrida de libros de diálogos, a veces tan aburridos e incongruentes, que te despistan.
Me gusta este pequeño párrafo:
"Alteza - se atreve a preguntarle al nabab, que la ha sentado a su derecha, lejos del lugar que ocupa el rajá-.¿Por qué os servís jamón asado y champán, siendo ambos alimentos prohibidos por vuestra religión?¿No sois acaso musulmán chií?.
Sus maneras, el acento con que intenta expresarse en urdu y la pregunta, ingenua pero atrevida, hacen estallar de risa al nabab, quien sorprendido, le responde en voz baja, con complicidad:
-Sí, Anita, pero ejerzo mis poderes: bautizo los alimento y les cambio el nombre. Al cerdo le he puesto el nombre de faisán y al champán el de limonada, de manera que no puedo pecar al consumirlos". pags.222-223
Siempre he pensado que el concepto de pecado es algo que solo asumen los pobres, o dicho de otra manera: es muy difícil que un rico entre en el reino de los cielos. Dudo que ningún rico, sea de la religión que sea, NO PEQUE...bueno, no peque según sus preceptos, en cuanto éstos limiten la calidad de vida. "Todo lo bueno engorda o es pecado", y realmente, ningún rico se hace rico para rechazar lo bueno de su vida, sea de la religión que sea, solo los pobres pueden permitirse el lujo de ser buenos, según sus propias creencias, porque realmente, no tienen otro camino que el de la bonda y la moralidad.
Me decía alguien una vez con la carcajada en la boca, una broma, que el no podía ir con "put..."porque era pobre, que no podía fumar habanos porque era pobre, que no podía pecar de gula, porque era pobre, que no podía tener amantes, porque las amantes quieren hombres pudientes, que no podía tener enemigos, porque los pobres no suelen levantar envidias, y quién demonios se va a enemistar con un pobre...en fin, veía a decir, que un pobre no tiene otro remedio que el de la castidad y de la honestidad.
Esto me hace gracia: tanta gente del pueblo llano matándose por ideas religiosas, tantas atrocidades cometidas en nombre de doctrinas, dioses, y panderetas, tanto puritanismo adyecto en unas y otras religiones y creencia,s pero en el fondo, todos los que alcanzan metas de poder, viven de idéntica manera: aquí, allá, y más allá...
¿Para qué demonios van a esperar ir al cielo para vivir como dioses, si con el dinero en sus bolsillos, aquí pueden tener todo lo que su cuerpo les pide?.
Bueno, y lo otro, es ir de inocente. Si se acabara la ignorancia, la pobreza y la ignomia, las religiones se purificarían, y los dogmas cretinos se enterrarían.
El puritanismo se sustenta en masas de pobreza, ignorancia, miedo, miseria y resquemor.
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