ESA APUESTA ENTRE MI MADRE Y YO

Me siento muy unida a mis progenitores y a mi familia, la verdad es que mi madre conseguió algo que no siempre se consigue, y es que dentro de sus escasos medios, creó una familia bien avenida.
Mi madre fué una mujer visionaria - no podía ser menos, gran bruja - muy moderna en pensamiento (No tanto en apariencia), para su época. Nunca adoctrinaba, por lo que no se valió la enemistad d enadie, pero ´"hacía la suya", a la chita callando.
Y tuvo muy claro desde el primer día, que mujeres y hombres, eran por igual. Mi madre es una persona muy inteligente e inquieta, bastante más que mi padre, a quien adoro con mi alma, pero cada cual es cada cual. Una mujer más inteligente que su marido en esa sociedad de finales de los 50 / principios de los 60, y con inquietudes, era difícil de sobrellevar.
Mi madre siempre me insto a ser ambiciosa, lo hizo sin adoctrinar, como siempre lo hacía todo, lo hizo con millones de mensajes subliminales sobre las cosas, los motivos y las razones. Sin embargo, también me enseñó a envidiar la seguridad d euna buena familia. Entre ella y yo siempre hubo "una apuesta" tácita, algo que se sabía, aunque no se decía. Su obsesión conmigo, su hija primogénita, era que fuera una mujer moderna, sin casarme, sin hijos, que tuviera una meta en la vida, una gran causa social, política, universal o lo que fuera...jajaja, y yo también a mi manera le decía: no, mamá, yo lo que quiero es lo que tienes tú, una buena y gran familia.
Y nos apostamos algo, vaya que si : una mujer inteligente, puede conseguir en esta vida todas sus metas, si las planea eficazmente, un buena y estable familia, con muchos hijos, y sentirse a la vez complacida y mimada en su ego, y a la vez una seguridad económica con su trabajo y su manera de hacer las cosas. Reconozco que nunca he hecho las cosas de una manera que calificarían los más puristas, con el mejor estilo, soy como mi hija pequeña, que cuando quería caminar de un punto a otro en sus primeros andares, siempre escogía la linea recta, ojo!!!entones no la entendíamos, porque a veces la linea recta suponía lanzarse contra la mesa y escalarla, dar la voltereta en una silla que había justo en medio de los dos puntos, y a menudo le decíamos: Hija ¿No podrías rodear la silla como todo el mundo y ahorrarte un dolor de cabeza?, pero ella r con r, bien, para algo es mi hija. Eso si, entre escalada y tortazo, ella siempre llegaba a donde quería llegar, chichón más o chicón menos. Apuesta ganada.