EL INFLUJO MALIGNO DE LAS ACEITUNAS

Leía un relato corto de Arthur MACHEN, LA LUZ INTERIOR

Y me encuentro, oh!! asombrada, el siguiente diálogo, que bien podría haber salido de mi boca:

-"(...)Pues me senté a reflexionar. Había recibido una excelente formación clásica y sentía una absoluta aversión por cualquier clase de negocio: ése fué el capital con el que me enfrenté al mundo. Sabe, he oído a mucha gente calificar las aceitunas de desagradables. ¿Qué lamentable prosaísmo!, A menudo he pensado, Salisbury, qué podría escribir una auténtica poesía bajo el influjo de las aceitunas y el vino tinto. Pidamos Chiante; puede que no sea bueno, pero la botella es sencillamente encantadora."


ACEITUNAS

Jornalero al olivar/ a recoger tu aceituna/ jornalero si hay que madrugar/ que te acompañe la fortuna/ jornalero al olivar/ a golpear el olivo.


Arbequinas, de Aragón, machacadas, gazpachas...pate de aceituna negra sobre "llesca" de pan de fleca, pan de leña. Xató català, con su aceitito de arbequina y sus jugosas aceitunas flotando sobre el aceite, el romescu, "l´escarola". Y ese maravilloso olor en la cocina de leña antigua, esa cocina oscura y con suelo de barro cocido, ese olor a escalibada de mamá, escalibada tierna, con sus jugosos jugos, el tomatito escalibado, la berenjena, los pimientos y algún ajo bendito de la huerta. Y luego, el platito de arbequinas. Y el pan, el pan tierno por dentro, con olor a harina, y su sensación de esponja fina en la boca, untada de aceite escalibado, con el gusto de las verduras y el gusto de las aceitunas.
Las aceitunas suben la presión, no me extraña, se instalan directamente en el corazón, como saetas retumbando en los oidos, pero la vida es una procesión de momentos placenteros y momentos detestables y más vale morirse de una subida de presión causada por unas gazpachitas intensas de sabor, que por una bronca de algún jefe, o por la subida o bajada de la bolsa, que digo yo.

Domingo que llega entre aceitunas y melocotón de raso rosa en el cielo, parece que venga la primavera, y el campo se espabila con sus almendros que florecen incautos ante las posibles heladas. LLegan las calotadas, el fin de semana próximo somos 30 calçoteros, entre familia directa y amigos de toda la vida. El siguiente llegamos quizás, a los cincuenta, y todos somos vinacheros, que es aquel ser humano que vive, ama, sueña, suspira, rebuzna o canta, comulga, vinifica o merienda, entorno a un buen vino. El buen vino ya no es el vino de porrón que antes acompañaba las aceitunas, a guiso de mal marido y peor amante. Porque seamos francos, las aceitunas y el vino tinto son amantes malditos, son el Romeo y Julieta de la conjunción gastronómica. Y sin embargo....ayyyyyy sin embargo, usted me pone un empedrado, que en català es eso tan lindo de "empedrat", y ya la hemos liado, pues eso, sus judias blancas y tiernas, su cebollita, su tomatito, su bacalaó desalao, o sus ganyins, o su atuncito, y eso si, sin faltar, unas negras de aragón con jota incluida y caramelos del Pilar, los caramelos para acompañar, para hacer lindo y de postres, o esas frutas confitadas cubiertas de chocolate oloroso de terciopelo, y encarceladas en los lindos envoltorios de colores chillones como los políticos y los vendedores ambulantes, pescateras de altos vuelos.

Aceitunas...ummm, domingo de aceitunas y vermut, como los viejos.